18 de septiembre de 2012

Mito de Prometeo

 

“Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con fuego  y  tierra.  Cuando  se  disponían  a  sacarlas  a  la  luz,  mandaron  a  Prometeo  y Epimeteo  que  las  revistiesen  de  facultades  distribuyéndolas  convenientemente  entre ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución "Una vez que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas". Con este permiso comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que revestía  de  rapidez  a  otros  más  débiles.  Dotaba  de  armas  a  unas,  en  tanto  que  para aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A las  que  daba  un  cuerpo  pequeño,  les  dotaba  de  alas  para  huir  o  de  escondrijos  para guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él, las salvaba.
De  este  modo  equitativo  iba  distribuyendo  las  restantes  facultades.  Y  las  ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada. Cuando les suministró los  medios  para  evitar  las  destrucciones  mutuas,  ideó  defensas  contra  el rigor  de  las estaciones  enviadas  por  Zeus:  las  cubrió  con  pelo  espeso  y  piel  gruesa,  aptos  para protegerse del frío invernal y del  calor  ardiente, y,  además, para que  cuando fueran  a acostarse, les sirviera de abrigo natural y adecuado a cada cual. A algunas les puso en los pies cascos y a otras, piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos distintos a cada una: a una, hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales.
Concedió a aquéllas descendencia, y a éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.

Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades en los brutos. Pero quedaba  aún sin  equipar la  especie humana y no sabía qué hacer.
Hallándose en ese trance, llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para el hombre, Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego (ya  que sin  el fuego  era  imposible  que  aquella fuese  adquirida  por  nadie  o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del fuego  de  Hefesto  y  las  demás  de  Atenea, se  las  dio  al  hombre.  Y,  debido  a  esto,  el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo del robo.

Prometeo encadenado